interjección, coloquial, eufemismo
En español: ¡Ostras!
Expresión de sorpresa, especialmente usada con y por los niños pequeños.
Ver Oscuas
1. ¡Ostriquina! Vaya bocaíllo que se v'a comel el mî niño. Con unos pocos como ese te vas a jadel bien grande.
2. ¡Osssstriquina! M'he pillao el deo con la puelta.
Comentarios:
Por ser una forma más larga que "¡ostras!" se usa para situaciones más enfáticas, pero no sirve como muletilla sin más (como por ejemplo en "¡ostras!, ¿qué haces tú aquí?"). Tiene que haber realmente una gran sorpresa, generalmente acompañada de aspavientos, para que suene natural.
Ver palabras relacionadas: Exclamaciones de asombro Exclamaciones de maldición Exclamaciones de sorpresa Interjecciones
Origen: Latín. Nos viene del castellano antiguo. Es castellano con variación de forma. Se usa en Peraleda.
Etimología:
Del latín arcaico hostire (compensar) salió hostia (sacrificio a los dioses). Luego recibió este nombre la sagrada forma en el cristianismo. Cuando empezó a usarse también como exclamación malsonante surgió -como suele ocurrir- un eufemismo. Lo habitual en estos casos, es cambiar el final, pues al comenzar a pronunciar la palabra, el hablante se da cuenta de que va a quedar fatal (o va a soltar una blasfemia, algo que en otras épocas conllevaba severos castigos) y la cambia por otra que comienza igual, pero que termina de manera diferente. En este caso se generalizó el eufemismo "¡ostras!". Aquí esta sustitución se vio favorecida por el hecho de que en la Edad Media las ostras también se podían llamar hostias, como vemos en esta relación del tercer viaje de Cristóbal Colón:
"...hallaron hostias o ostras, muy grandes, pescado infinito, papagayos grandes..." (Relación del Tercer Viaje de Colón, 1498).
En peraleo también se usa la exclamación "¡ostras!", pero por considerarla demasiado corta para algunas ocasiones, se alargó recurriendo a una palabra que no venía a cuento, pero que le daba un aire más cómico y mantenía la TR: triquina. Así surgió la exclamación peralea "¡ostriquina!"
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