sustantivo, masculino, coloquial
En español: Tontería, Lío, Jaleo, Pretexto, Excusa, Falsedad, Problema
1- Cosa o situación extraña, problemática, complicada o incomprensible. Se usa sobre todo en la expresión "¡Qué textos!" y sus derivadas.
2- Pretexto.
Ver Repestorio, Retóricas, Qué texto/s, Meá tú qué textos
1. Me llevó al cine a vel una penícula que teniâ unos textos y unas cosas mu raras. No m'enteré de na.
1. Que sí, que eso de que hemos subío a la Luna será verdá si tú lo dices, pero a mí déjame de textos, que a mí eso ni me va ni me viene ni me v'a dal de comél.
1. —¿T'has enterao de lo del hijo de Encarna la que ha liao? —Oys sí, hijita, ¡qué textos!
2. No me vengas con esos textos, que si tú no has querío dil, naide te lo ha estorbao.
2. Déjate de textos y cuéntame agora mesmo lo que ha pasao allí en el monte.
Comentarios:
Con ambos sentidos se usa casi siempre en plural, aunque tenga sentido singular, y no hace referencia a textos escritos sino a hechos, situaciones o palabras.
Teniendo en cuenta que antes en el mundo rural casi nadie sabía leer ni escribir, no es raro que a la gente los textos escritos les pareciesen un galimatías incomprensible y enigmático.
La segunda acepción surge de la pérdida del prefijo en pretexto, y posteriormente se pluraliza por influencia de la primera acepción, pues a menudo los pretextos son explicaciones liosas.
Origen: Latín. Nos viene del castellano antiguo. Es castellano con variación de significado. Se usa en nuestra zona.
Etimología:
Del latín textus, participio del verbo texere (tejer, entrelazar), de donde procede el estándar texto.
El empleo de texto como sinónimo de algo extraño es complicado probablemente se deba a que para gente que no sabía leer ni escribir un texto era eso, un galimatías incomprensible.
Pero hay otra posibilidad que no es descartable tampoco. Sería que estos "textos" se refieran a fantasías, pues quien lee mucho tiene la cabeza llena de textos, es decir, las cosas fantasiosas que ha leído, como le pasaba a Don Quijote (igual que hoy cuando alguien cuenta algo que no se cree se dice "tú has visto muchas películas").
De ser correcta esta teoría, la texto sería una forma abreviada de decir "¡qué (cantidad de) textos tienes en la cabeza!" (casi lo mismo que hoy decir "¡qué peliculero eres!"). Es cierto que antes muy poca gente sabía leer, pero por eso mismo era costumbre que los pocos que sí sabían hacerlo leyeran en voz alta los libros -que hoy llamaríamos novelas- a un público que se reunía para escucharlos.
Los libros de caballería, por ejemplo, tuvieron un gran éxito hasta el siglo XV e incluso más allá. La gente se arremolinaba alrededor del lector tal como hasta hace no demasiado tiempo hacían las vecinas alrededor de la radio para escuchar "la novela". Después de escuchar una historia asombrosa llena de hechizos, gigantes, dragones y prodigios, no sería extraño que las/los oyentes, admirada/os por tanta fantasía, exclamasen: "¡ay hijita, qué textos!". Ese toque de admiración por los inventados prodigios podría volverse desprecio cuando los hechos fantasiosos no los cuenta Don Galaor de Lutivitania, o Amadís de Gaula, sino un hijo, una vecina o cualquiera que no tiene más crédito que el propio oyente y que está diciendo algo que se sabe de antemano que no es creíble o simplemente mentira.
La segunda acepción es un apócope de pretexto, procedente del latín prae- (delante) y textus (tejido). Hacía referencia a unas decoraciones que se ponían sobre el tejido (la ropa) para cubrirlo y adornarlo. Con el tiempo pasó a designar las palabras y hechos que se urden y ponen por delante para cubrir la verdad.
Apóyanos con tu firma para salvar el Dolmen de Guadalperal y también para salvar el retablo esgrafiado de Peraleda.