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-ine

-ine
Atribución de imagen: J. Arias con IA Dall-e

También: -ino, -ito, -illo

En español: -ito, -illo, -ín

SUFIJOS PARA FORMAR EL DIMINUTIVO:

El sufijo -ino para construir el diminutivo proviene del asturleonés y se usa bastante en muchas partes de la zona que va desde Asturias y Cantabria hasta Extremadura y parte de Toledo, pasando por lo que era el antiguo Reino de León (León, Zamora y Salamanca). Está emparentado con el galaico-portugués -iño (escrito -inho en portugués). En Asturias y norte de León las formas -ino/-ina (hombrino, mujerina) conviven con -ín/-ina (portalín, casina), variantes que se incorporaron también al castellano.

En Peraleda, y la mayor parte de Extremadura, no se usa el masculino -ín, sino el par -ino/-ina. Además, a diferencia del leonés, se utilizan, al menos en Peraleda, las formas castellanas, que en unas palabras sí y en otras no, insertan una C delante del sufijo (callejoncillo, ratoncine, cajoncito). El peraleo lo hace prácticamente en las mismas palabras que el castellano, con escasas excepciones (jardinillo). Así pues, en peraleo no se dice hombrino, ni pueblino, como en León o en Cáceres occidental, sino hombrecino o pueblecino.

En cambio, sí se dicen sin Cperrina (perrita), vaquina (vaquita), gatino (gatito) o burrino (burrito), lo que muestra que el peraleo ha asimilado el prefijo -ino procedente de la parte leonesa de la provincia (la mitad occidental), pero manteniendo una morfología netamente castellana en todo momento, con cambio fonético, pero no paradigmático. Una prueba más de que nuestro dialecto no procede del leonés con influencias castellanas, sino que es claramente castellano, aunque tenga una leve influencia leonesa por contacto con las tierras occidentales.

Sin embargo en Peraleda, como en el Campo Arañuelo en general, se usaban poco las terminaciones típicamente castellanas con T, -ito/-ita, con sustantivos (raramente se decía casita, sino casina). Las que sí se usaban bastante eran las formas, también castellanas, -illo/-illa, de modo que sonaba normal decir perrillasmuchachillo, etc. Esto se debe a que cuando el peraleo se separó del castellano el sufijo -ito se usaba aún muy poco, mientras que el sufijo más común en castellano medieval era -illo. Hasta los años 50 del siglo pasado el sufijo -illo era mucho más usado en Peraleda que en la actualidad, habiendo disminuido su uso en favor de -ino/-ine, y con un ligero aumento de -ito por influencia del estándar. Esto también se ve en la antigua toponimia de la zona, donde no hay sufijos diminutivos en -ino/e o -ito y sí abundan en -illo (Los Cerrillos, Los Piloncillos, Talaverilla, La Rejertilla, Las Serillas) y algunos ejemplos del sufijo medieval -(u)elo (El Corchuelo, Herreruela).

También pueden coincidir ambas formas con significado diferente. Una casina es una casa pequeña, pero si una madre le dice a su hijo que se vaya para casa que es tarde, no sería raro oírla decir con retintín: "Amos, tira pa casita que ya es tarde". Nunca usaría casina en esa frase, porque remitiría al tamaño de la casa. Además, el sufijo -ito (que no -ino/e) es el que usa el peraleo con sentido sarcástico y para hacer reproches y sin sentido diminutivo (Pos tú bien que te guardas las perritas p'aluego).

Por otra parte, en nuestra zona, y especialmente en Peraleda, a diferencia de Extremadura en general, conviven las formas de influencia leonesa en -ino/-ina con las variantes -ine/-ina, siendo para el masculino usadas las formas -ino e -ine. Tan normal suena decir cochecino como decir cochecine (perrine, gatine, muchachine, cachine...), lo que da a nuestro dialecto un color peculiar y diferente. Ese uso de -ine lo encontramos también en los pueblos vecinos del Campo Arañuelo cacereño y toledano, y era muy frecuente en la vecina comarca de La Vera. Fuera de nuestra zona sólo lo hemos constatado en Cantabria, lo que resulta muy peculiar.

Caso aparte merece la palabra chiquitito, que en Peraleda tiene varias formas, todas comunes: chiqueninechiqueninochiquininechiquinino. La forma chiquetín, tan conocida por el estribillo de la Jota de la Manzana ("Chiquetín, chiquetín / se quería casar / y quería vivir / a la orilla del mar...") no es una forma local, sino una mezcla del castellano chiquitín con el peraleo chiquenine. Esto demuestra que esa estrofa no fue compuesta originalmente en Peraleda, sino traída de fuera. De hecho, esa estrofa con ligeras variaciones, se encuentra por otras partes de España, incluida la versión que se canta al final de la famosa zarzuela La Rosa del Azafrán, estrenada en 1930.

Por lo tanto, el uso de las formas de diminutivo nos puede dar pistas sobre en qué momento el habla de Peraleda se separó del castellano estándar y nos permite establecer una hipótesis atendiendo a estas razones:

A- En el castellano medieval el diminutivo se formaba con la terminación -uelo (pilluelo, ladronzuelo, arroyuelo) o con su variante en -ejo (callejaMadrigalejo, Castillejo, Zarzalejo) o el que más se generalizó, -iello→ -illo (perrillo, casilla, fuentecilla). No es hasta finales del siglo XV cuando se empieza a encontrar el sufijo -ito en la literatura, anque en el habla rural ya estaba generalizado desde mucho antes, tal vez desde finales del XIII o principios del XIV.

B- Puesto que en Peraleda era común el -illo medieval, pero no tanto la forma -ito, este hecho apunta a que nuestro dialecto se separó del castellano estándar en torno al siglo XIV como muy tarde, por lo que nos quedamos con -illo (y un poco de -ito, que luego se vería reforzado por la influencia del estándar). Posteriormente, las formas en -illo cambiaron a veces la LL por N, pasando a -ino, por influencia del diminutivo leonés, que se hablaba por esa época desde la Ruta de la Plata hasta Portugal, aunque sólo nos afectó en ese cambio de sonido (LL a N) sin trastocar el paradigma de uso del infijo -C- que se añade a algunas palabras, pero no a otras, pues continuamos usando en eso las reglas castellanas.

C- También nos entró del cántabro el diminutivo masculino -ine. En la actualidad la forma -ine, aunque aún muy viva, está perdiendo vigencia (precisamente por considerarse más "del pueblo"). Además, por influencia del estándar, se usa cada vez más la forma -ito, aunque sigue sólo como tercera forma. El sufijo -illo, aún muy frecuente en la desaparecida generación de nuestros abuelos, casi ha dejado de usarse.

SOBRE LAS CONNOTACIONES DE ESTOS SUFIJOS:

    1. -illo tiene valor diminutivo neutro, sólo expresa tamaño o cantidad pequeña (muchachillo, perrillas, burrillo, cochinillo, tejaíllo). Con algunas palabras se usa poco o nada (ovejilla, chimeneílla). En algunos casos ya está lexicalizado, formando palabras propias sin idea ya de diminutivo (ganchillo, visillo, mesilla, bombilla, vasarilla, perilla, mantilla, palillo, casilla, zapatilla). Aparece como un sufijo en decadencia, al contrario que en Andalucía occidental donde sigue siendo el principal y el más productivo. En generaciones pasadas era muy común, aunque actualmente se usa bastante poco, excepto en palabras donde el sufijo está lexicalizado.

    2. -ino también tiene un valor puramente diminutivo, aunque sí es totalmente productivo y se puede usar con cualquier palabra (zapatino, hombrecino, pajina, piedrina...).

    3. -ine tiene valor diminutivo, como los anteriores, pero añade a menudo un valor emotivo positivo (afectivo, apreciativo o de orgullo), y al igual que el anterior no tiene límites de uso. Cualquier palabra puede utilizarlo (perrine, muchachine, librine, pantaloncines, etc.). Comparado con -ino, da impresión de mayor pequeñez (un bujerine parece más pequeño que un bujerino).

    4. -ito funciona casi como en el estándar. Puede indicar tamaño pequeñoalgo entrañable  (o ambas cosas), pero con este sufijo es difícil saber cuánto hay de uso autóctono (probablemente muy poco) y cuánto de influencia del estándar. En cualquier caso, lo que vemos en peraleo antiguo es que este sufijo casi siempre se usa con sentido emotivo, no para referirse a tamaño. Como ya hemos visto, este sufijo a menudo tiene connotaciones más cultas, aunque no necesariamente, excepto el uso sarcástico y enojado ya comentado, que nunca suena especialmente culto (ya me tiene hasta arriba el perrito ese que no se calla nunca). En este sentido, si -ine recoge la emotividad positiva, -ito recoge la negativa; también puede mostrar emotividad positiva pero ahí suele parecer más culto, así que probablemente ese uso nos viene del estándar.

De este modo un perrino (o un perrillo) es simplemente un perro pequeño y un muchachino un niño pequeño, pero un perrine es un perro probablemente pequeño hacia el que se siente cierto afecto o simpatía y un perrito probablemente sea un perro que te tiene muy harto ya (el dichoso perrito que no se calla). Del mismo modo, un muchachine es normalmente un niño pequeño por el que se muestra cierto afecto o al que se valora positivamente (hacia ese niño o al menos hacia el concepto de niño pequeño), o simplemente enfatiza más la idea de pequeñez. Por este motivo es frecuente usar el diminutivo -ine/-ina para referirse a las crías de los animales (liebrina, conejine, gatine...).

Una madre dirá "¡Ay mi muchachine, cuánto le quiero yo!", y sería mucho menos probable oir de ella un "¡Ay mi muchachino...!". Esa noción afectiva, no tiene por qué ir unida al tamaño. Lo mismo ocurre en el español estándar. Si alguien compra un enorme chalé en la sierra y habla de "la casita" que tiene en la sierra, no está diciendo que sea pequeña, sino que habla de ella con afecto, porque es "su casita".

En peraleo cuando nos referimos a cosas no parece darse (al menos no con esa claridad) la separación entre pequeño y entrañable (a menos que estén asociadas al lenguaje de los niños pequeñitos), de modo que el prefijo -ino se refiere sólo a algo pequeño, y con el prefijo -ine hace referencia a algo pequeño y probablemente entrañable. En cualquier caso, si la cosa es grande, no se usa ningún diminutivo por mucho que se sienta afecto hacia ella. Así pues "mi casita en la sierra" en peraleo sería algo así como "la mî casa de la sierra" (el artículo con el posesivo suele indicar emotividad). 

En cuanto a la variante femenina, el sufijo -illa se corresponde en todo a lo dicho para -illo. Sin embargo, como -ina es el femenino tanto de -ino como de -ine, resulta que -ina puede usarse sólo como diminutivo (femenino de -ino), o con un uso diminutivo y afectivo al mismo tiempo (femenino de -ine).

Esta especialización de matices entre -ino e -ine ha hecho posible que en Peraleda hayan sobrevivido las dos formas conviviendo casi en igualdad, en lugar de que -ine terminase por desplazar a -ino, o al menos arrinconarlo como le acabó pasando a -illo. Las diferencias comentadas no son fijas y claramente separadas, es posible decir cochecine sin matiz afectivo alguno, o decir cochecino con orgullo, pero sí son tendencias marcadas que se cumplen en la mayoría de las ocasiones.

SUFIJO REDUPLICADO:

En español se puede intensificar el diminutivo mediante reduplicación del sufijo:
-ito-itito (chico > chiquito > chiquitito)
En peraleo existe la misma herramienta:
-ine-inine (chico > chiquine > chiquenine), también con -ino.
En español este doble diminutivo se encuentra solo en unas cuantas palabras (chiquitito, poquitito...). En peraleo se usa con muchas otras palabras que nunca lo harían en español, resultando muy enfático (chiquenine, poquinine, cerquinina, casinina, perrinina, gatinine) e incluso con aquellas palabras que no suelen usarlo, se podría usar igualmente, sonando más enfático todavía (una piedrecinina chiquenina chiquenina).

CON ADVERBIOS Y ADJETIVOS:

Tanto en castellano como en peraleo el diminutivo se puede usar con adjetivos (cortito→ cortine, grandecito→ grandecine) y también con adverbios (prontito→ prontine, cerquita→ cerquina/cerquinina). Del mismo modo, tanto en castellano como en peraleo, hay muchas palabras que no admiten el diminutivo (edad→ *edadita, tarde→*tardito). En general, salvo raras excepciones, las palabras que no admiten diminutivo en castellano tampoco lo admiten en peraleo.

USO ENFÁTICO (con adverbios y adjetivos solamente).

Aquí es donde encontramos un uso abundante y muy peraleo del sufijo -ito/a. No expresa tamaño, sino énfasis, agrandando la cualidad del adjetivo o adverbio al que se añade. Una persona puede estar "cansá", pero si está "cansaíta" es que está muy cansada, especialmente si va enfatizado con "to" (está to cansaíto). Podríamos considerarlo en este ámbito como el equivalente peraleo al superlativo con -ísimo (se l'ha puesto la concina negrita = negrísima), corroborado porque si el peraleo usa poco -ísimo con sustantivos, nunca los usa con adjetivos y adverbios, sino esta otra forma. Como consecuencia note que si una peralea dice que su marido está malito, no lo está diciendo con tono afectivo lastimero (en tal caso diría maline), sino con idea superlativa (está muy malo), aunque hoy ya puede tener ambos sentidos.

Ver Bajine1, Chiquenino, Conejine, Gatine, Mujerina, Piecine, Superlativo

 

1. Los cristales tos los rompieron to polque estaban mu cerquinina [de la explosión].Corpus

2. Era chiquenino, mu chiquenino era, era de mantilla, meá tú el probecito. Venga a llorar, y guá, y guá.Corpus

3. Vuelve un poquino pa atrás y dice así, "ahí, esa es".Corpus

4. Por eso... pace que tengo una poquina confianza de qu'está entaviâ la cabeza bien.Corpus

6. Pero esta alumbra mu poquino.Corpus

7. Hemos estao acabando de cenar yo y ella, y el muchachino.Corpus

8. Luego ya pues ya cambió mucho la cosa polque ya te digo, luego ya malchaba la gente un poquine mejol, un poquine mejol en un sentido ¿no?Corpus

9. Me golvieron a lleval a un pueblo de Burgos que se llamaba Bibriesca. Un pueblecito pequeño.Corpus

10. Cuando era más grande iba Sole con el tablero a la cabeza con un mandiline.Corpus

11. Pos llegaba con el repollo coles y claro como tenía vacas, era blanquito blanquito.Corpus

12. Por allí había, cuando yo estaba, estaba to limpito.Corpus

13. Te ponías un cachillo jerga y allí a lo mejol el más chico se acostaba y los otros dos en la albarda del burro.Corpus

14. Por eso entonces digo que si a muchos jóvenes vivieran un poquillo de aquello, pos fíjate.Corpus

15. Y se pasó la noche tirándonos bolas de nieve unos a otros y ahí en la plazoletilla esa de D. Carlos.Corpus

16. Poqque ya era más grandecilla y ya no... no iba yo a cagajones, no, y me mandaban a vender cebolletas.Corpus

17. El tio Rufino Marujo, que era uno que vivía allí en el jardinillo aquél.Corpus

18. Resultao, que nosotros ahí quietecitas como los conejillos, entre la mata.Corpus

19. Iba barriendo, barriendo, barriendo, hacía un montoncillo, volvía, más alante, más alante, otro montoncillo, luego venía ella detrás, cogía otro poco palante.Corpus

20. Como a medias del camino ya que se va subiendo al otro, entre medias de los dos, de, de aquél que viene de las puertas del Morante, ese callejoncillo.Corpus

21. Pos estos torreznitos se los v'a comel tu agüela, que a mí no me saben a na. Tanto con que si mejor poca sal y poca leche ya, hombre.

22. —Una vez me comí yo en el, en el Frontón pol lo menos setenta y dos. —¿Huevos? —Jí. —Ay qué brutito.Corpus

Ver palabras relacionadas: Diminutivos Gramática Morfología

Etimología:

Tal como se ha comentado arriba, nuestros sufijos diminutivos pertenecen al paradigma castellano, pero por influencia del leonés hablado al poniente se ha sustituido la T por la N. Como particularidad de nuestra zona la forma masculina varía entre -ino e -ine, lo cual parece ser una peculiaridad local, encontrada en Peraleda y en los vecinos pueblos del Campo Arañuelo toledano, aunque también en algunos pueblos de Cantabria, lo que conecta el -ine con el asturleonés oriental.

Es por esto por lo que consideramos que nuestro -ino, aunque parezca el diminutivo leonés -ino, en realidad es un -illo castellano que ha asimilado la N del leonés. El mantenimiento de las normas del infijo castellano -C- que observamos en la construcción del diminutivo demuestra que nuestro diminutivo no es leonés, sino castellano, aunque con cambio de consonante (y posteriormente cambio vocálico autóctono). No obstante sí hay algunos diminutivos que nos han entrado del leonés, (mujerina, en vez de mujercina).

Este aspecto encaja con el origen cronológico del peraleo, que podríamos situarlo lingüísticamente entre los siglos XIII o XIV.

 
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