También: Ya tocan las oraciones y aúllan los lobos por los callejones.
Expresión que viene a decir que hay que recogerse porque ya es tarde.
Ver Callejón, Venil el lobo / los lobos, Dilse a matal lobos, Oraciones (las)
1. —Madre, ¿pueo quearme un rato con Pili ena calle? —Muchacha. Ya tocan las oraciones. Ya vienen los lobos pol los callejones. Anda p'adentro que bastante has rondao hoy.
2. Nô sargas a estas horas de casa, muchacho, que ya tocan las oraciones y aúllan los lobos pol los callejones.
Campos semánticos: Chascarrillos Dichos
Origen: Se usa en Peraleda.
Etimología:
En Peraleda hubo lobos hasta los años 40. Por las noches, sobre todo en invierno, cuando la comida escaseaba, a veces se llegaban al pueblo y deambulaban por las calles. Por eso las madres siempre aleccionaban a sus hijos para que cuando se pusiera el sol no estuvieran por la calle y se recogieran, pues podía llegar algún lobo y comérselos. Por las frías noches de invierno no era raro oír desde la cama el ulular de los lobos pasando por la calle.
"Las oraciones" a las que se refiere este dicho es el rezo del Ángelus, que se rezaba tres veces al día: al amanecer, al mediodía (a las 12 en punto) y al anochecer. Las campanas de la iglesia tocaban al ángelus y la gente paraba un momento y rezaban la oración: "El ángel del Señor anunció a María, y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo", seguida de un Ave María. Continuaba: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", seguido de un segundo Ave María. Por último: "El Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros", seguido de un tercer Ave María.
"Los callejones" no eran las calles del pueblo, sino los caminos que llegaban hasta él. La mayoría de los caminos que entraban al pueblo, debido al intenso tránsito de personas y caballerías, estaban bastante hundidos por debajo del nivel del suelo. En ocasiones hasta uno, dos o tres metros por debajo. Esos caminos se llamaban callejones, precisamente por ir encajonados.
Como la hora del Ángelus, al anochecer, coincidía con la hora en la que los lobos podían empezar a merodear, de ahí el dicho.
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