El dolmen de Guadalperal, también conocido como «el Tesoro de Guadalperal», es un monumento megalítico que data de entre finales del V y el III milenio antes de nuestra era. Y suele aparecer en las noticias cuando es visible, ya que quedó bajo el agua tras la construcción del embalse de Valdecañas, y su afloramiento es señal de sequía.

En los años 20 del pasado siglo XX, el arqueólogo y sacerdote alemán Hugo Obermaier visitó esta región de Cáceres, y en 1925 reparó en unas piedras que afloraban en el suelo. Convencido de que se trataba de un monumento megalítico dada su experiencia en el campo de la arqueología prehistórica, excavó el yacimiento entre 1925 y 1927. En la década de 1950 el matrimonio alemán Georg y Vera Leisner recopilaron toda la información disponible y realizaron una publicación científica sobre el mismo.

En 1963 el dolmen de Guadalperal quedó inundado tras la construcción de la presa de Valdecañas en el río Tajo, siendo únicamente visible cuando baja el nivel del embalse en el que se halla inmerso. En la última década, en verano, debido a la sequía ha sido posible ver el dolmen en varias ocasiones parcialmente y en dos ocasiones completamente.

El hecho de estar sumergido la mayor parte del tiempo podría haber erosionado el monumento y su entorno, como también lo podrían haber hecho las visitas a las que se somete el sitio. La asociación local Raíces de Peraleda reclamó en los medios de comunicación el traslado del dolmen fuera del embalse ante el deterioro. Ante esto, desde 2019 se han venido monitorizando posibles daños en el monumento, incluido una digitalización del yacimiento.

Aunque popularmente se habla “del Stonehenge español”, lo cierto es que Stonehenge es un crómlech, y este monumento puede parecerlo por su estado de conservación. Pero no es así. Consta de más de 150 lajas de granito, ortostatos, puestas en disposición vertical. 12 o 13 de ellas conformarían una cámara ovoide de cinco metros de diámetro, que estaría precedida por un corredor de acceso de más de 5 metros de largo y de aproximadamente 1,5 metros de ancho. Justo a la entrada de la cámara se encuentra un menhir de dos metros de alto decorado con grabados.

El monumento está rodeado por un "anillo circular" formado por enormes bloques de cuarcita que es el resultado del vaciado que hizo del túmulo original Hugo Obermaier en sus excavaciones de la década de 1920. Durante el Neolítico y el Calcolítico el dolmen cumpliría una función funeraria, como demuestran los ajuares recuperados. En una escombrera cercana se hallaron 11 hachas, cerámicas, cuchillos de sílex y un punzón de cobre.

También se localizó un asentamiento de la época que se estima pudiera ser anterior al sepulcro. En él había hogares, manchas de carbón y cenizas, cerámica, molinos y piedras para afilar hachas entre otros objetos.

Desde su reciente afloramiento en 2019, nuevas campañas de prospección y excavación han tenido lugar. Fue declarado Bien de Interés Cultural en mayo de 2022, por el Consejo de Ministros de España.

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