Uno de nuestros grandes encantos pasa normalmente desapercibido para el visitante que llega a la plaza de nuestro pueblo. Allí en una esquina se encontrará un cartel de cerámica que pone “Biblioteca Municipal”. Nada que llame la atención, salvo la belleza de su pequeña fachada rural. Lo que no sabe el visitante es que tras esa puerta de dimensiones normales, tras esas dos ventanas nada sospechosas, y tras ese bello balcón, se encuentra en realidad la biblioteca municipal más pequeña del mundo.
Se trata de una habitación tan pequeña que cuando pusieron la puerta era imposible abrirla y tuvieron que diseñar una de doble hoja para poderla abrir a la mitad, y aún así, cuando se abre, la media puerta pega en la pared y es necesario entrar y cerrarla para poder acceder al espacio que queda oculto detrás. El mismo estrecho hueco que vemos arriba en el balcón es el espacio que se oculta tras la puerta.
Las dos pequeñas ventanas dan luz a dos estrechas estanterías laterales, que son el único espacio aprovechable, y si había que entrar con un funcionario del Ayuntamiento, entre las dos estanterías y las dos personas, el espacio quedaba ya lleno. Y eso suponiendo que ninguno de los dos estuviera demasiado voluminoso.
Pero lo más auténtico es que un edificio municipal tan minúsculo no se construyó así de pequeño para figurar en el libro de los récords como el más pequeño del mundo, ni tampoco se construyó simplemente para rellenar un hueco de forma decorativa a modo de pastiche. Realmente se creó para ser, y fue durante años, la Biblioteca Municipal de Peraleda.
No se trata tampoco de que este pueblo tuviese tan poco aprecio por la cultura que con 20 libros tuviera bastante para abastecer a todos los vecinos con ansias de leer. La situación se entiende mejor si lo explicamos.
Tras la Guerra Civil Peraleda tuvo un alcalde, Lucio García, que dedicó gran parte de sus esfuerzos no sólo a paliar los destrozos físicos del conflicto, sino que aprovechó el impulso constructor para dotar a Peraleda de mejores infraestructuras de las que había contado antes, embelleciendo también muchos rincones, señaladamente la Plaza Mayor.
Nuestra plaza era porticada, como ahora, pero sólo en parte, y con un porche de vigas de madera. El alcalde sustituyó los portales de madera por columnas de piedra y decidió porticar también el fondo este, donde se encuentra ahora esta biblioteca. Pero en esa zona había una casa que sobresalía, semicerrando el recinto hacia el ábside de la Iglesia. En esta antigua foto puede ver cómo sobresale la casa que está detrás del camión.
La misma casa vista de frente y antes de que se añadieran los portales.
Para dar más espacio a esa entrada expropiaron parte de la casa e igualaron la fachada con el resto. En esa igualación quedó un pequeño espacio entre la casa y lo que había de ser el nivel de la fachada de la plaza. Alguien tuvo la feliz idea de convertir ese pequeño espacio, que no daba más que para un armario empotrado, en una Biblioteca Municipal, y así es como la esquina se convirtió en biblioteca.
Resulta que en esos años el gobierno había puesto en marcha un plan de lectura en el cual se dotaba a cada provincia de una biblioteca ambulante que iba en camión recorriendo los pueblos periódicamente y así renovando los libros que en cada pueblo dejaba. De ese modo era posible que los mismos libros circulasen constantemente por muchos pueblos, y con un esfuerzo relativamente pequeño la gente de los pueblos podía leer cuantos libros quisiera.
Cuando llegaba a Peraleda el nuevo lote de libros, en lugar de depositarlos en una habitación del ayuntamiento se guardaban en las estanterías de esta peculiar y minúscula biblioteca municipal. Cuando alguien quería coger un libro nuevo, le llevaban a esa biblioteca, elegía uno de los que en ese momento había allí depositados, y devolvía el que ya hubiera leído si venía al caso. Así que con ese pequeño espacio se cumplía verdaderamente la función de una biblioteca municipal con infinidad de libros siempre cambiantes, y al mismo tiempo el alcalde consiguió dar mucha visibilidad a un proyecto de divulgación de la lectura que habría pasado desapercibido si los peraleos no vieran cada día el cartel de “Biblioteca Municipal” cada vez que iban y venían a sus quehaceres.
Localización
Escrito por Angel Castaño