De entre las fiestas y tradiciones de Peraleda destaca sobre todo su Semana Santa. Cambios litúrgicos aparte, Peraleda ha sabido mantener una rica y peculiar tradición que se remonta al siglo XVII y hace de nuestra Semana Santa una de las más importantes y vistosas de la Extremadura rural, conservando elementos ya perdidos en otros lugares junto con otros propios de gran originalidad.
Nuestras celebraciones comienzan el domingo antes del Domingo de Ramos, en el llamado Domingo de San Lázaro, cuando los hermanos mayores recorren las calles del pueblo gritando “¿Quién nos da un ángel?”. A buen seguro dos familias ofrecerán un niño cada una, que serán los dos angelitos que acompañan a Cristo los dos momentos más intensos de nuestra Semana Santa: La Muerte y la Resurrección.
En ambos momentos están también las madalenas -dos chicas adolescentes- acompañando a María, primero como plañideras que ungen el cuerpo sin vida de Jesús, y luego como testigos de su resurrección, alegrándose con María al tiempo que las tres se liberan de sus velos negros y muestran sus túnicas blancas en señal de gozo.
El momento más representativo de nuestra Pasión es el Descendimiento. Un centenario Cristo de madera y tamaño natural es desclavado de la cruz, llevado a María para que lo despida y para que las madalenas le unjan, y luego metido en un ataúd de cristal para llevarlo en procesión hasta su sepulcro en la ermita. El realismo de la escena, acentuado por la suntuosidad de los tambores y las trompetas, hacen que nadie pueda quedar impasible.
De entre el resto de procesiones destaca en segundo lugar la procesión de El Encuentro, el Domingo de Resurrección, con las primeras luces del alba. Si el Viernes Santo fue todo dolor, silencio y solemnidad, esta otra procesión, muy en consonancia con el ambiente confuso y eufórico de aquel primer Domingo de Resurrección, es todo alegría, bullicio, celebración y caos.
El momento en que las dos imágenes se encuentran en la plazuela es el más emocionante, y todos contienen el aliento cuando ambas imágenes echan a correr, se arrodillan al son de las trompetas, reanudan la carrera, vuelven a arrodillarse, y a la tercera vez, casi chocándose, en medio de los cascabeles de los angelitos, la algarabía general, las trompetas y tambores, las madalenas caen de rodillas al tiempo que arrojan tras de sí sus velos negros para quedarse de blanco, mientras la Virgen, que siempre se salva de milagro de acabar en el suelo, ve también retirar entre cantos su manto negro para, entre el gozo y alegría de todo el pueblo, seguir a su hijo hasta la iglesia.
Pero al término de la misa sigue la fiesta. Todos acompañan a sus casas a los principales personajes de la Semana Santa, y en cada casa hay un gran convite para todo el pueblo, donde nadie se queda sin sangría, café, refrescos y dulces, sean del pueblo o visitantes de fuera.
Todo el que venga y viva la Semana Santa peralea con nosotros comprobará cómo nuestra Semana Santa no es sólo algo para ver, sino algo para vivir desde dentro y contagiarse de la fe, el dolor y la alegría por las que fluye.
Localización:
Escrito por Angel Castaño
Gracias a Alex Rufo por sus fotos que son, por orden de aparición: 1, 4, 8, 9, 10, 14, 16 y17 y a Víctor Díez por su vista general de la iglesia (Nº 6)