s. XVIII
San Vicente Ferrer es un santo español que nació en Valencia en 1350 y murió en Vannne (Francia) un cinco de abril de 1419. Ingresó en los dominicos y pronto alcanzó fama de santo y milagrero. Treinta y seis años después de su muerte fue canonizado y pronto su devoción se extendió por toda España y sus territorios.
No tenemos noticias de cuándo ni cómo llegó esta devoción a Peraleda de la Mata pero sí de cuándo apareció su ermita. En un libro de actas de la Cofradía de San Marcos, perteneciente a Malhincada, pueblo hoy desaparecido, aparece un mandato del Sr. Obispo para que esta Cofradía dé 500 maravedíes para ayudar a la construcción de una ermita dedicada a San Vicente en “La Peraleda”. El hecho de que Malhincada y Peraleda fueran parroquias dependientes de Santa María de la Mata, ambas parte del concejo de La Campana de la Mata, y que el Párroco de Sta. María viviera en Peraleda, debió influir sobre el Obispo para que éste ordenara a la Cofradía de San Marcos ayudar a la construcción de la ermita.
Así en el año de 1734 se construye la ermita dedicada al santo valenciano a las afueras del pueblo en un pequeño cerro al que daría su nombre y que hoy conocemos como Cerro de San Vicente. Suponemos que ya en esta época existía la Hermandad de San Vicente y que ésta iniciara las obras de la ermita, pues dos años más tarde, en 1736, ya nos encontramos con un libro de actas en el que se renueva el cargo del Prior -Mayordomo o “hermano mayor”, diríamos hoy- de esta cofradía.
En 1783 un rayo dañó considerablemente el edificio, pero no hubo problemas en repararlo de nuevo. Hasta aquí vemos que la Hermandad es floreciente. A partir de aquí acontecimientos políticos van a hacer que la Hermandad de San Vicente pierda sus rentas y por ende comience su decadencia. En 1789 Carlos IV llevará a cabo una desamortización que obliga a las instituciones eclesiásticas a vender en pública subasta todos sus bienes. Como consecuencia de esta desamortización, en la visita que gira al año siguiente el Visitador de la diócesis comprueba que son más los gastos de la Hermandad que sus ingresos, por lo que manda “no se hagan misas el Día de la Fiesta con Diácono, ni se alumbre diariamente la ermita para ahorrar gastos.“
A partir de esta fecha perdemos la pista de la Hermandad, lo que nos hace suponer que desaparece. Pero no lo hace con ella la devoción al Santo; ésta se mantiene en el pueblo y así en las épocas de sequía los labradores acuden a su ermita y le hacen novenas en las que le piden el agua tan necesaria para ellos.
Llegados los años de la Guerra Civil del 1936, la ermita, al estar situada en un cerro, sufrió las consecuencias de haber sido instaladas cerca de ella unas baterías y recibió varios impactos de bombas que la dejaron en estado ruinoso. La imagen del Santo suponemos sería quemada al igual que lo fueron las de la iglesia parroquial. Durante los años de la posguerra, la ermita -o mejor dicho lo que quedaba de ella- sirvió de refugio a los muchos mendigos que por aquella época pululaban por nuestros pueblos.
Fue en el año 1952 cuando un grupo de mujeres labradoras capitaneadas por Eufemia Rufo y María Martín (“Chicorra”), ante una sequía prolongada acudieron al entonces Párroco, Don Marcelino González, a solicitarle que arreglase la ermita de San Vicente y comprase una imagen del santo a fin de reanudar la antigua costumbre de acudir a él en tiempos de sequía. No creyó conveniente el párroco el arreglo de una ermita cuya conservación originaría gastos en unos días en que todo ahorro era necesario y se carecía de dinero sobrante. Ante la negativa del párroco éstas mujeres hicieron una petición casa por casa pidiendo limosna para arreglar la ermita y comprar una imagen para poder hacer una novena al santo implorándole la lluvia.
Consiguieron sus objetivos, arreglaron la ermita y compraron la imagen, pero el Sr. cura no quiso hacerles la novena. Esto no amilanó a las devotas del santo y ellas por su cuenta hicieron la novena y así siguen haciéndolo cuando necesitan agua.
Es por todo ello que esta pequeña ermita se alza hoy como monumento a la ilusión y tenacidad de unas mujeres campesinas y a la colaboración de todo un pueblo.
Para saber más vea: Iconografía de las ermitas y de Semana Santa, La ermita de San Vicente.
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Escrito por Angel Castaño