Al pasearnos por la nave de la iglesia de Peraleda pronto nos llama la atención un cuadro de grandes dimensiones y solemnidad casi tétrica que visto al natural causa al mismo tiempo fascinación y espanto. A poco que el espectador entienda los mínimos de la fe cristiana, no tardará ni un momento en ver que lo que tiene ante sus ojos es una escena escandalosamente herética. Es el Cuadro de las Ánimas. Aquí, en el Juicio Final, no es Jesús el rey juez quien juzga a las almas sentado en su trono, sino María. ¿María Jueza? Nada semejante a esto, pensará, podemos encontrar en la historia del arte cristiano. Pero eso es sólo el principio. Analicemos la representación en detalle para entender su mensaje.
1- PSICOSTASIS
Psicostasis significa en griego "el peso de las almas". Se trata de un tema tradicional en el arte cristiano, que continúa la tradición existente en otras religiones como la egipcia y posteriormente la griega. La versión típica cristianizada muestra al arcángel san Miguel, alado, con armadura o túnica blanca. Sujeta la balanza en la que se pesan las almas en el Juicio Final. En cada platillo hay una pequeña figura desnuda, un alma humana (a veces se representa un corazón). Puede haber un demonio intentando inútilmente inclinar la balanza a su favor, pues el arcángel interviene para neutralizarlo, por eso porta lanza o espada. Esta escena es puramente metafórica y sacada de tradiciones paganas más antiguas; es una alegoría del Juicio Final.
2- JUICIO FINAL
Más puramente cristiana es la representación del Juicio Final basada en las descripciones escatológicas que encontramos en la Biblia. En ellas vemos a Jesús como juez (a menudo sentado en un trono) juzgando a los muertos que resucitan de sus tumbas y suben hasta Él, siendo unos enviados al cielo y otros al infierno (cuya entrada se representa como una caverna de donde salen llamas). En este caso es frecuente encontrar junto a Jesús, a su derecha, a María, que arrodillada intercede ante él por la salvación de las almas.
3- LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Un tercer tema artístico relacionado con el Juicio Final es el del purgatorio. Las almas (en latín “ánimas”) que merecen la salvación pero que arrastran pecados, necesitan un proceso de purificación antes de entrar en el cielo. Cuando San Pablo o Zacarías hablan de este proceso, usan la metáfora del fuego. Esa metáfora ha inspirado al arte cristiano para representar al purgatorio como un lugar donde las almas (representadas como personas desnudas) claman de entre las llamas (siempre en la parte inferior del cuadro) pidiendo la intercesión de nosotros y de María para poder acelerar su proceso de purificación. En este tema aparece por encima del fuego María en su papel de intercesora, frecuentemente representada como la Virgen del Carmen, y las llamas no son las del infierno, sino las del purgatorio, que simbolizando el padecimiento del proceso de purificación, no son de castigo sino feliz, aunque dolorosa, limpieza. No por casualidad, justo en frente de nuestro cuadro de las Ánimas encontramos el altar de la Virgen del Carmen.
NUESTRO CUADRO DE LAS ÁNIMAS
Al observar este cuadro, como ya hemos dicho, la primera impresión es que se trata de una representación herética del Juicio Final, en el cual María está sentada en el trono de juez pesando las almas y decidiendo su salvación o condena, usurpando así el papel de Jesús. Sin embargo, si miramos el cuadro más despacio veremos que, a pesar de las apariencias, en realidad no hay nada herético y sí mucho de original. Para entenderlo debemos partir de la base de que nuestro cuadro de las ánimas mezcla de una forma muy peculiar los tres temas artísticos comentados: la psicostasis o peso de las almas, el Juicio Final y el Purgatorio. La escena global resulta chocante, pero analizando sus partes no podemos en realidad poner reparos teológicos.
Por un lado tenemos el elemento de la psicostasis, y como siempre ocurre en este tema, es San Miguel, como representante de Dios, el que sujeta la balanza con una mano y la espada con la otra. Ya vimos que en estas representaciones a veces encontramos al demonio tirando de un platillo intentando influir en el peso para llevarse el alma del desdichado. Pues bien, lo que vemos en nuestro peculiar cuadro es algo insólito en el arte pero irreprochable en la doctrina: aquí es María la que apoya su mano sobre un platillo para influir a favor de la salvación del alma que está siendo pesada, la cual no aparece pequeñita sobre el platillo como sucede normalmente, sino a tamaño natural y arrodillada a los pies de la Virgen pidiendo su intercesión, mientras San Miguel mira expectante a María como a la espera del resultado. En su mano derecha la Virgen sostiene un pequeño objeto que no se distingue bien qué es (¿el corazón de la difunta?). Si en la representación tradicional la trampa del demonio tirando del platillo no logra influir en el resultado del juicio, aquí la intervención de María inclinando la balanza a favor del penitente sí es eficaz, como vemos por el alma que, pasada la ceremonia, asciende al cielo en la parte izquierda del cuadro. Por lo tanto lo que nuestro cuadro muestra de una forma muy original (pues nada parecido encontramos en el arte cristiano) es la función de María como intercesora, no jueza.
Y es que no estamos en realidad ante una representación del Juicio Final, aunque esté relacionado con él. Si la escena de la psicostasis se utiliza como parte o símbolo del Juicio Final, aquí la tenemos en otro contexto, como parte del proceso de purificación del purgatorio. Las almas, en forma de hombres y mujeres con túnicas blancas, salen de un lugar en llamas que no es el infierno, pues de allí no se sale, sino el purgatorio, por lo tanto son almas que ya han sido juzgadas y declaradas justas, aunque aún debían ser purificadas completamente antes de entrar en el cielo, pues como dice el libro del Apocalipsis (cap. 21 vs 27) “nada manchado entrará en [la Jerusalén Celestial]”. Cada una porta uno de los símbolos de la Pasión (cruz, látigo, lanza, palo con esponja y clavos) simbolizando tal vez que la muerte de Cristo les ha salvado o bien que su padecimiento es un reflejo del de Jesús. El hecho de que vayan todos vestidos con túnicas blancas (símbolo de pureza que visten los santos del cielo según la iconografía del libro del Apocalipsis) enfatiza la idea de que se trata de las almas de los justos. La única diferencia es que llevan la cabeza cubierta con un velo (por eso es fácil creer que son todos mujeres pero no, algunos presentan rasgos masculinos), como quien aún prefiere ocultarse, y cuando son liberadas del purgatorio (como el alma que asciende y el otro ánima arrodillada que acaba de ser liberada también) entonces el manto que las tapa desaparece y quedan sólo con su túnica blanca de pureza. Una banda azul, frecuente atributo de María, simboliza su “ticket” para el cielo gracias a ella, como vemos en el alma que, libre ya de todo el peso de sus pecados, se eleva hacia la gloria.
Es muy probable que el ánima que flota hacia el cielo y el ánima arrodillada ante María sean la misma persona. En ese caso la escena debería leerse del siguiente modo: 1- Unas personas que están en el purgatorio acuden a la intercesión de María; 2- una de ellas ya la vemos arrodillada ante ella suplicando su intercesión; 3- la Virgen intercede por ella (con su mano inclina la balanza a su favor); 4- el alma así purificada asciende hacia la gloria mientras las demás esperan su turno.
Por tanto esta peculiar psicostasis se está produciendo después del Juicio Final y, al contrario de la tradicional, no se usa aquí como metáfora del Juicio sino como metáfora del poder de intercesión de María, que con su intervención acelera la entrada en el cielo de las almas que ya habían sido declaradas salvas. Si María no está aquí a la derecha de Jesús, sino sentada en un sillón coronado (como Reina del Cielo) al que llegan las almas purificadas, es porque el Juicio ya pasó.
Más información en este artículo.
Localización:
Escrito por Angel Castaño