Piropo de Peraleda o Vara de Valdehúncar: origen y evolución

Publicado el 01/03/2023 

El 1 de marzo (ahora en domingos) se celebra una de las romerías más concurridas de nuestra zona, el Ángel de Valdehúncar. En esta celebración hay un elemento de la tradición que es, tras la imagen del ángel, la estrella de las fiestas y su elemento más identificativo: el piropo, que allí suele llamarse la vara. En este artículo nos proponemos explicar el origen de este elemento, pero al igual que en ciertas novelas de detectives donde empezamos conociendo el crimen y el asesino para luego ir viendo cómo llegaron a esa conclusión, aquí también empezaremos contando el final para luego ir viendo por qué esa propuesta tiene sentido. Alerta spoiler. El piropo de Valdehúncar (y de Peraleda de la Mata, no lo olvidemos) tiene sus raíces en una antigua tradición surgida hace 5.000-8.000 años, o tal vez muchos miles de años antes, en una zona situada entre Ucrania y el sur de Rusia, y simboliza el eje del universo, alrededor del cual gira la Creación entera. Ahí es na.

Para entender su evolución vamos a ir desde su origen hasta la actualidad, y así tenemos que empezar por una sociedad primitiva, quizás de cazadores-recolectores, que vivía no en contacto con la naturaleza sino directamente en la naturaleza. Entre sus prácticas religiosas estaba la adoración a ciertos árboles sagrados, práctica que perduró en Europa durante milenios y que en zonas de cristianización tardía siguió viva hasta muy entrada la Edad Media. Estos pueblos primitivos solían centrar su veneración en el árbol más alto que conocían, pues estos árboles eran los que ponían en contacto el cielo con el suelo. También era considerado una representación del axis mundi, el eje donde giraba el universo y por tanto el omphalos o centro de la Creación.

En las estepas ruso-ucranianas la llegada de mayo significaba el fin del largo y crudo invierno (muy crudo y con escasez de comida) y el comienzo del rebrote y florecimiento de la naturaleza, así que era motivo de enorme alegría que se celebraba con ceremonias religiosas festivas en torno al árbol sagrado.

Con el tiempo, no sabemos cuándo, en lugar de trasladarse la gente al lugar en donde se hallara ese árbol, por comodidad lo que hicieron fue traerse el árbol al pueblo y montar la fiesta a su alrededor. Esta tradición, antaño muy extendida por Europa, aunque ya sin connotaciones paganas, todavía se mantiene en algunas poblaciones de sitios tan distantes como Inglaterra, sur de Alemania y Zamora. En los pueblos de Zamora son los quintos los encargados de buscar en los bosques el árbol más alto, talarlo y traerlo al pueblo, donde se planta y se mantiene ahí desde el 1 de mayo hasta el fin de mes. El tronco se pela de ramas entero y sólo se deja en la parte más alta el penacho de ramitas de la punta (la pincolla diríamos nosotros), tal como se hacía también en La Vera y se sigue haciendo en muchas en otras partes de Europa. Ese árbol se llama “el mayo” o "la maya", y ya no parará de evolucionar hasta llegar a convertirse en nuestro piropo.

Pero volvamos al pueblo de las estepas porque puede que la adoración a los árboles pertenezca a toda Europa y sea tan antigua como el Paleolítico (más en concreto el Magdaleniense), pero nuestro piropo se origina en tradiciones propias surgidas entre los yamnas o yamnayas de las estepas, que creemos que fue la nación que taló el árbol y se lo trajo a casa. Este pueblo estepario fue el que inventó el eje de la rueda, el carro de combate, los guerreros a caballo y generalizó las espadas de bronce, así que comenzó a expandirse por toda Europa en varias oleadas entre los años 4.000 y 1.000 antes de Cristo y nos trajeron sus costumbres, su idioma y sus genes. Bueno, es una forma de decirlo porque en realidad nosotros somo ellos (en gran parte). Hoy en día casi la totalidad de Europa habla idiomas indoeuropeos (otro nombre de los yamnas), como por ejemplo el español o el alemán o el griego; el 75% de los hombres españoles son descendientes de hombres indoeuropeos (las mujeres no tanto, pues en las invasiones indoeuropeas lo normal es que los guerreros invasores matasen a los hombres y se casasen con las mujeres locales); y también nos trajeron sus creencias y tradiciones, como la del árbol sagrado (“la maya”), que se cortaba y plantaba en el pueblo para las fiestas de la primavera.

Este árbol plantado en la plaza del pueblo o a la entrada se convirtió en el protagonista simbólico de las fiestas de la primavera, así que al tiempo que su sentido sagrado disminuía, aumentaba su sentido festivo. Como elemento central de la fiesta con el tiempo empezó a ser decorado. De aquí surge una tradición que ha dado lugar a árboles o cruces hechas con ramas y formas elaboradas, como “os maios” en Galicia o la cruz de mayo de Bohonal o los famosos midsummer maypoles de Suecia, que son casi idénticos al de Bohonal.

Pero encontramos por toda Europa otros sitios donde ese árbol o “mayo” es sólo decorado en el penacho de la punta o “pincolla” del árbol. La decoración puede ser de formas muy diversas pero hay dos elementos que predominan: las flores y las cintas. Se decora la punta del árbol con flores porque son el símbolo de la primavera y el buen tiempo, y porque en esa época hay muchas y es fácil usarlas como decoración. Y con cintas porque es época de brisas en las estepas ruso-ucranianas y las cintas de colores movidas por el viento crean un efecto muy bello y decorativo. Y ahí tenemos ya todos los elementos embrionarios que con los siglos darán lugar a nuestro piropo, pero todavía faltan algunos pasos.

En estos momentos tenemos a pueblos que celebran la llegada del buen tiempo en mayo (en esas tierras del norte la primavera, o casi mejor diríamos el verano, entra muy tarde) colocando en “la plaza” un alto árbol al que se le han cortado todas las ramas excepto arriba, que remata en un penacho de ramitas decoradas con flores y cintas. A su alrededor se produce la fiesta, que básicamente son cantos y danzas. Todavía quedan lugares, dentro y fuera de España, donde se conserva este estadio de evolución, con la gente bailando y cantando alrededor del árbol decorado en la punta.

De esta fase salen dos tradiciones. Una tradición sustituye la decoración de flores y cintas por productos de más valor, tal vez a modo de ofrendas a la divinidad. Pero si pones en lo alto de un árbol pelado cosas de valor, eso atrae la codicia de algunos que no dudarán en trepar por el tronco hasta la punta y robar esos bienes, aunque lograr hacerlo es una proeza. Con el tiempo esa conducta se incorpora a la fiesta y de ahí deriva nuestra cucaña, tan popular en todas las fiestas de pueblos hasta hace pocos años, donde en un tronco pelado, ya sin penacho, y untado de sebo para darle más emoción, se coloca un jamón en la punta y los jóvenes del pueblo intentan escalar hasta la cima, llevándose el jamón el primero que la corona. También hay pueblos de España (en el alto Esla, comarca de Liébana, valle del Besaya, etc.) donde se mezclan ambas cosas pues los jóvenes trepan para coger el ramo de flores que corona la punta.

La otra tradición que sale del árbol de mayo es la del baile de cintas, llamado también baile del cordón. Hemos de suponer que las cintas que decoraban el penacho de la pincolla se van haciendo cada vez más largas, hasta que llega un momento que llegan cerca del suelo. Puesto que el baile va dando vueltas alrededor del árbol, es fácil pensar que la gente que bailaba empiece a coger la punta de estas cintas y jugar con ellas mientras bailan. Con el tiempo esta manera casual de jugar o enredar con las cintas va tomando forma y se incorpora a bailes que usan las cintas como elemento fundamental, y así llegamos a las danzas de trenzado, donde cada persona toma una cinta y dando vueltas al ritmo del baile van trenzándolas hasta forrar todo el tronco y luego con el mismo baile a la inversa lo van destrenzando. Esta fase es la más extendida por toda Europa, incluida España, y por tanto la más conocida. Por nuestra zona es aún un baile muy popular por toda La Vera, pero también lo encontramos muy extendido en zonas como Inglaterra, Alemania, países eslavos y hasta en las Américas, llevadas allí por los españoles, franceses o ingleses. En este caso con el tiempo lo importante es el palo y las cintas, por lo que el penacho con adornos florales a menudo desaparece del todo. Pero todavía hay muchos lugares donde ese penacho de flores se conserva.

Vea también este vídeo con el baile en Aldeanueva de la Vera:

Esta versión llegó a Europa en una de las oleadas de migración (o mejor digamos invasión) de los yamnayas o indoeuropeos. Algunos expertos creen que este baile de las cintas llegó con las invasiones celtas, pero entonces sería más probable encontrarlo sólo en las actuales zonas celtas, todas en lugares de la costa atlántica de España, Francia, Islas Británicas y poco más. Sin embargo esta tradición la encontramos por casi toda Europa, y particularmente en tierras germánicas, así que otros expertos, a mi juicio con más razón, creen que la tradición procede de los tiempos de la siguiente oleada yamnaya, la que nos trajo a las tribus germánicas. Hipótesis, claro, porque no podemos excluir totalmente una masiva extensión posterior de las tradiciones de una zona a otras.

Y entonces se produce el siguiente paso. Empiezan a aparecer versiones portátiles del árbol de mayo, tanto la versión de cintas (con o sin penacho flores) como otra versión más primitiva que conserva el penacho de ramas decoradas pero sin cintas o con cintas cortitas. Ahora ya en vez de un gran árbol o un palo alto clavado en el suelo tenemos una vara de unos 2 metros que una persona alza con sus manos mientras camina, lo que permite procesionar.

Nos interesa la versión portátil de las cintas, y en concreto la que conserva el penacho decorado con flores. Mientras alguien andaba sujetando en alto el palo de las cintas, los danzantes bailaban alrededor trenzando el palo. Esta forma dinámica de procesionar la danza es más vistosa, pero también más complicada, sobre todo cuando el suelo tiene piedras y barro y cuando hay mucha gente alrededor, así que es natural suponer que en cierto lugar los danzantes decidieran desistir de seguir sujetando las cintas, lo cual les daba poca libertad de acción para esquivar los obstáculos. Así tendríamos una siguiente etapa en la que de nuevo los danzantes bailan alrededor del palo (o simplemente siguiendo al palo) pero ya sin agarrar las cintas. Esto automáticamente haría que las cintas perdieran su protagonismo y pasasen una vez más a ser simplemente un adorno del penacho, acortándose de longitud, mientras que el protagonismo pasa al adorno floral, que se hace más grande y exuberante.

Puesto que hacía siglos que el cristianismo había terminado con la idea de “árbol sagrado” y estos árboles o palos de mayo y danzas asociadas se habían integrado en ritos cristianos, normalmente asociados a María por ser suyo el mes de mayo, esos bailes y tradiciones habían dejado ya de ser un elemento central en sí mismos y pasado a ser un complemento folclórico que acompañaban a la procesión de la Virgen. En el caso concreto que estudiamos no sería la Virgen sino el Ángel, pues en nuestra tierra el buen tiempo llega mucho antes que en las estepas ucranianas o incluso que en la meseta norte, así que es entendible que las celebraciones asociadas a la llegada de la primavera pudieran en nuestra tierra adelantarse al inicio de marzo, y siendo el 1 de marzo el día del ángel de la Guarda, pues en su procesión se incorporaron estas formas evolucionadas y portátiles del árbol de mayo.

Con el tiempo los danzantes se independizaron de los “palos de mayo” y finalmente desaparecieron, puede que no haga muchas generaciones de eso, quedando sólo los músicos que en un principio marcaban el ritmo a los bailarines. Y ya llegamos al punto actual, en donde nos queda el palo del mayo, siendo hoy un palo corto, de 1 metro aproximadamente, pero que en lugar de estar decorado en su cúspide por un adorno floral es ahora más bien al contrario, el piropo, que así lo llamamos hoy, es considerado un bello adorno floral que va acoplado a un palo para poder alzarlo y que se vea bien entre la multitud, cambiando el protagonismo del palo a las flores. Más adelante los piropos se colocaron alrededor de la pequeña imagen del Cristo patrón (hoy el ángel) y alzarlos sobre el palo supondría superar en altura a la santa imagen, por lo que perdieron casi todo el palo y ahora lo sujetan con la mano. También podemos mencionar que la hoguera que hacen en Valdehúncar ese día por la noche puede ser heredera de las hogueras que los yamnayas hacían cerca del árbol de mayo hace miles de años, aunque los Valdehuncaros citan su origen en las guerras del XIX.

Esta evolución no es cosa única de Valdehúncar, sino de toda la zona de entresierras. Mientras que en La Vera permaneció la fase anterior de la danza de cintas, en la meseta entre Gredos y los Montes de Toledo, por todo el Campo Arañuelo y más al este aún, vemos el resultado de ese fenómeno del palo portátil donde las cintas se acortan y el arreglo floral adquiere todo el protagonismo. Lo vemos tanto en Valdehúncar como en tierras de Talavera, donde están diferentes versiones del piropo como vemos en “las Mondas” o las llamadas albardas de Gamonal, igual que en Cebolla, Camuñas, Valdeverdeja, etc.

Y ya hemos recorrido un larguísimo viaje que empezó en las estepas de Ucrania y terminó miles de años más tarde en el pueblo de Valdehúncar. Pero no vamos a terminar aquí porque vamos a avanzar todavía un paso más en la evolución de esta tradición esteparia, pues no es el piropo de Valdehúncar el último paso en esta evolución, sino el piropo de Peraleda de la Mata, que partiendo del mismo estadio evolutivo que el de Valdehúncar ha dado un paso más allá.

Nuestro piropo también entronca con la misma tradición de fiesta de la primavera, pero así como en Valdehúncar se cristianizó la tradición asociándola a la fiesta del ángel de la guarda (que es su fiesta principal), Peraleda lo incorporó a la que también era su fiesta principal de primavera: la Semana Santa. Es más que probable que el piropo tuviese más o menos el mismo aspecto y función que el de Valdehúncar, pero aquí en Peraleda su palo no quedó desnudo sino que pasó a “vestirse” con telas. No conocemos bien la evolución ni hasta qué punto el piropo de Valdehúncar y el de Peraleda se influencian, pero el hecho es que el piropo de Peraleda termina dando cada vez más protagonismo a esa vestidura del palo hasta el punto de que el palo se alarga mucho y el arreglo floral (el piropo propiamente dicho) pasa otra vez a ser simplemente el adorno que decora la punta del palo (conservando aún las cintas cortas), mientras que el palo pasa a vestirse con dos mantones de manila unidos y decorados a su vez por un enorme lazo. Así hemos pasado de un arreglo floral pinchado en un palo (el piropo de Valdehúncar) a una muy decorada bandera de hermosos colores, y al igual que los días de la Semana Santa la hermandad principal (la del Santo Entierro) marcha precedida por una gran banderola morada, en el alegre y festivo día de Pascua esa bandera de luto se sustituye por esta “Bandera de Pascua”, que así se llama, sin que sepamos si el piropo aquí evolucionó hacia bandera y luego fue adoptada como estandarte por la hermandad, o fue al revés, que la hermandad lo transformó en bandera para usarlo de estandarte en Pascua. Esta bandera sería, pues, el último paso evolutivo de la larga historia que va desde el árbol sagrado del paleolítico hasta la actualidad. Una bella, curiosa y muy valiosa tradición que merece ser preservada para que siga viviendo y evolucionando al menos otros tantos milenios más.

 

Escrito por Angel Castaño

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