Subimos rápido la cuesta, no vaya a ser que llegásemos tarde. Íbamos ya tocando las panderetas, mi hija pequeña y mi sobrino; a la mayor aún le daba vergüenza. Las vecinas se asomaban por la ventana, sonriendo y animando a sonar a un sonido que este año no esperaban… una ronda.
Llegamos a la plaza y allí estaban sonando tímidamente botellas de anís, zambomba, pandereta…
- Vamos vamos, que están en misa y no vamos a cantar aquí en la plaza…
“Charramangál, qué guapa eres, pero vaya, la sal que tienes, no vales na, pa lo que eres…”
- Ahí viene el otro Sergio, ya nos podemos ir…
- Ay madre, si trae las capas y los gorros de Montehermoseña…
- Trae pacá, que me lo pongo.
Cantar con mascarilla por la calle… ay…; cuando sale la voz parece que la tela la quiere devolver a tu boca, y hay que enfocar mejor, hacia los agujeritos minúsculos, para que la voz salga justo por ahí… para eso hay que poner mucho cariño, mucho cuidado, y también mucho empeño…. Y mirar hacia donde quieres que vaya… mirar fijamente y pensar, junto a esa persona, o esa casa, que hacia allí quieres que vayan tus millones de hilitos de voz que salen por los huecos… y coincidir con otra persona que está cantando, para que sus hilitos se unan a los tuyos al salir, y vuelvan a ser chorro fuera de la mascarilla…
Eso fue pasando poco a poco… Pasamos por la casa de una vecina que está en duelo… que nos sintió, y se acercó a la ventana, tapándose levemente la cara, para no contarnos sus lágrimas; alguien le dijo, no llores Pepa, canta con nosotros… ella siguió llorando, pero empezó a acompañarnos con sus palmas…
Cuando nos íbamos, llegaron a visitarla sus sobrinas a casa, para mantener el calor. Mi hija mayor ya me pidió la pandereta… y seguimos… Seguimos, hay que llegar a la Residencia… aceleramos, y en el cacho de la carretera, nos dividimos entre aceras.
- Vamos a juntarnos todos pa ir por la misma acera, con distancia, pero vamos juntos… somos pocos….
Llegamos a la Residencia.
“Resuenen con alegría, los cánticos de mi tierra, y viva el niño de Dios, que ha nacido en nochebuena”
Cantamos, cantamos… y en el canto nos sentimos y nos organizamos en un semicírculo por grupos… por familias…con distancia, sin instrucciones… sólo cantando…
Estamos al otro lado de la verja de hierro, y más allá de la verja unas cintas de plástico delimitando un espacio aún más pequeño… y al fondo, al fondo… la luz encendida del salón de la Residencia, con unas cuantas cabezas, separadas, viendo la tele, que aún está más al fondo…
Seguimos cantando, pero los hilitos, por mucho que se unan… nuestras miradas, por mucho que se concentren… no traspasan todas esas barreras, para llegar hasta ese salón…. Pero sí que llegan a uno de los Sergios, que se salta una, y otra, y otra barrera, para tocar a la ventana del salón… ¿Qué habrán pensado al ver a un hombre alto, guapo y fuerte, con una capa negra, un gorro de Montehermoso y tanta luz en la cara, tocando en su ventana antes de cenar?
Quizá no han pensado… ellos saben que hay veces que no hay que pensar, sólo sentir y hacer… Sergio se volvió junto a nosotros, al otro lado de todas las cintas de seguridad, y seguimos cantando…
Mientras tanto, ellas hicieron… preguntaron, se abrigaron, y salieron hasta el otro lado de las cintas… Ahí nuestros hilitos se unieron con sus chorros… sus miradas buscaban ojos conocidos, entre nuestros gorros de lana y las mascarillas… y cuando los encontraban, saludaban con la mano o tiraban un beso… Nosotros devolvíamos cada gesto o mirada, algunos se acercaban espontáneamente a la barrera, para decir algo bonito a aquellas cuatro mujeres y aquel hombre, y volvían atrás…
Al terminar cada canción, en ese espacio se querían decir muchas cosas, dar muchos abrazos, muchos besos “escachapaos”… pero todo se quedaba en silencio, sostenido por la mirada, que a veces no tenía fuerza para sostener tanto y tan gordo, y salía un “guapa”, “tía Nati, qué guapa estás”… Y volvía la canción, el villancico… para sostenerlo todo, y transformarlo en canto…
“Esta noche ha llovido mañana hay barro
Cuatro pares de mulas lleva mi carro
Cuatro pares de mulas cuatro esquilones
Cuatro niñas bonitas, que van robando los corazones…”
Una de esas niñas bonitas, cuando nos íbamos ya, respondió a nuestro “Feliz Navidad” con un:
“Feliz… todo… disfrutar de la vida, que es mu bonita”
Cuando escuchamos esa voz, saliendo de esa mujer, al otro lado de las cintas de plástico…mientras nos íbamos… sentí que esa voz salía a través de esa persona, pero que venía de todas las que estaban allí, y de las que han dejado de estar allí este año…. Qué año… Sentí tanto y tan gordo, que busqué el pelo de mis hijas, el hombro de mi sobrino, la mirada de los amigos… Qué ambivalencia, que mezcla de alegría, tristeza, de… Y un amigo me contestó:
- De emociones… Cuando las personas están mas cerca del final son capaces de saborear todos los momentos bonitos…
“Y en nuestras majás, de Extremadurá ,jacemus jolgoriu con la zambombá, con el almiré, tin tin, tin tin, con panderetas…”
23 del 12, 2020. Annus Pandemiae
Escrito por Elvira Martín Martín